Continuo con otro momento para el recuerdo de 2012. Para
mi ha sido el más tierno que he vivido en una discoteca. Cada vez que
lo cuento todo el mundo se rie pero a mi me pareció taaaan mono. No sé, está claro que mi gusto por los chicos con gafas y narices grandes tienen que tener su porque y a lo mejor esto lo explica… Vamos ya os digo que inicialmente no tenía ningún interés en el tipo en
cuestión que protagoniza el relato pero no adelantemos acontecimientos.
Empezaré
esta historia espeluznante por el principio de los tiempos: Era un viernes como
otro cualquiera. Yo había salido con mis amigas. Todo hay que decirlo ese día
estaba especialmente mona, o especialmente borracha, pero esta vez creo que era
lo primero, de verdad os lo digo. El caso es que se acercó a mí un chico de
esos que tienen pinta de ser listo y saberlo.
El susodicho comenzó a hablar conmigo, que si era muy guapa, bla, bla, bla... Que le flipaba mi pintalabios, patatín patatán…
Para ser tan inteligente, poco original las cosas como son… Pero entonces me dejó a
cuadros, porque el tipo, con aire prepotente de “yo entendí la partícula de Higgs antes que Higgs”; me suelta “aunque no te lo creas yo en el colegio
era un pardillo”. “Cant anyone be any cuter?”
Vamos que si no le abracé fue porque las normas de la decencia me lo
impidieron...
De repente aquel bar se transformó. Como si McFly nos hubiese prestado su coche me vi transportada 15 años atrás, a un parque (probablemente el del ahorcado) donde un niño mofletudo con gafas de culo de vaso y un bocadillo de paté la piara marca Día, me pedía que le diese su primer beso.
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